cuando el olvido se convierte en el final del duelo
«Ya no necesito nada que me haga recordarte, ya perteneces a mi propio ser, ya te olvidé para tenerte siempre.»
Durante nuestra vida, nos mantenemos anclados a lo material. Con esto no quiero decir que nos aferremos a lo que más vale, me refiero a que nuestros sentimientos permanecen anclados a cosas físicas, a personas y objetos que podemos besar, abrazar, oler y sobre todo ver.
Esta materia nos ayuda a fijar nuestra memoria, nos ayuda a disparar nuestros recuerdos manteniendo un pie en lo físico y otro en lo sentimental. Sin duda esta necesidad de tener algo material para mantener un recuerdo, hace que cuando pierdes esa pieza, esa materia que evoca el recuerdo, aparezca el sentimiento de pérdida y melancolía que define el duelo.
Y el duelo como perdida es necesario, es nuestra forma de mantener ese vínculo con lo que ya no está, con lo que ya no volverá. Este duelo podría definirlo como el miedo a borrar un recuerdo. Al perder la materia nos asustamos ante la posibilidad de perder el recuerdo. Pero paso a paso, gracias al duelo, nuestro ser va soltando amarras, empezamos a aprender a tener presente lo que ya no está, sin necesidad de acudir a lo físico, a lo material.