Toda una vida en un metro cuadrado.
En ruta… Tartu. Estonia.
Mitad de julio.
Después de visitar la isla de Curesaare y pasar unos días en Tallinn, me encuentro en Tartu.
Es primera hora de la tarde y después de comer en una bonita cafetería de estilo francés, el sol y una temperatura fantástica invita a pasear por sus formidables parques. La tarde es tan agradable que no me he podido resistir a echar una cabezadita a la sombra de un majestuoso abeto. Al despertar y volver al casco histórico, un tablón de anuncios me llama la atención. Es un tablón de no más de un metro por un metro y en él se intuye una amalgama de carteles unos pegados encima de otros que, a lo largo de los años -yo diría que décadas- ha visto como su grosor ha ido aumentando hasta los dos centímetros que cálculo que tiene. A pesar de parecer un poco caótico, todo tiene un orden; Todos los carteles vigentes, tapaban un cartel caducado.
Es curioso cuando nos paramos a pensar en las cosas que están ahí a la vista de todos y que no prestamos atención. Ese metro cuadrado de papel y cola era como un documento arqueológico/social que contenía toda una vida en la ciudad; años de conciertos, fiestas, manifestaciones, elecciones, política…. todo en capas de historia que una vez tapada, ya no volverán. Cada cartel ha sido una huella en esta ciudad. Algunos han reunido a gente, otros han ayudado a alguien a aprender a dibujar en un curso, o han dado a conocer a un grupo musical… Toda una vida en un metro cuadrado.
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